lunes, 7 de febrero de 2022

Mi barrio y el tuyo.

Mi barrio era muy barrio y pertenecía a un casi pueblo que era Madrid. 

A Julita mi madre, mujer muy humilde, dulce e introvertida alejarse  de su barriada de toda la vida, los Cuatro Caminos, por donde había correteado desde chica, con guerra y sin ella,  o del castizo Lavapiés donde creó su primer hogar conyugal en la calle del Amparo,, este nuevo barrio le daba cierto temor y más cuando con la abuela Cecilia paseábamos a la sombra de la valla de la Casa de Campo. 

En la época aquella en mi barrio podías ver rebaños de ovejas pasar por delante de tu portal,  colchoneros escardando lana en el parque, oir la zampoña del afilador en su bici o el estrépito del butanero avisando de su llegada, el barrio tenía mercados, tres cines y un frontón,  era un barrio de tenderos y de vecinas.

Estaba bordeado por una carretera de adoquines, débil frontera entre una barriada que iniciaba el despegue de una pequeña burguesía de empleados, vendedores y pequeños comerciantes y la otra margen, el arrabal,  donde vivían gentes humildes,  operarios y obreros, en esta parte había mucho descampado,  a los que iba con mi abuelo Sinforoso y mi hermano a buscar cardillos y que luego llevábamos a Cecilia para meterlos en algún guiso.  En alguna ocasión íbamos a contemplar alguna de las muchas obras de aquella época, con sus grúas y trajines, con  un público experto de albañiles y maestros de obra jubilados.
Las abuelas mandaban a pasear a los varones jubilados para que no molestaran en la casa, mientras ellas preparaban guisos de larga preparación y exquisito resultado. . Triste final para esos leones  que trabajaron desde niños, sufriendo muchos la represión del franquismo y ahora se convertian en incordio. 

En las dos márgenes había amas de casa, en el Lucero la que podía realizaban cualquier actividad manual que ayudara a la economía del hogar por ejemplo montando madelmans o bolígrafos BIC, también por supuesto limpiando escaleras o las casas de familias más favorecidas.
Las madres de esta otra orilla se dedicaban íntegramente a su familia.

Todas iban a algún mercado, al suyo, hacían cola pidiendo la vez, y se relacionaban con vecinas y tenderos. 

El hogar era su trabajo, su responsabilidad.  

Pocas tenían preparación académica o profesional en ninguna de las orillas. 

Todos los tenderos conocían a sus clientas y sus preferencias, sabian del hijo que estaba estudiando o de la niña que zascandileaba, del trabajo del esposo o a donde se iban de vacaciones.

Los niños íbamos andando al cole y si eran muy pequeños de la mano de su mami o abuela. 

La mía siempre nos despedía asomada por la ventana. 

Esos tranquilos barrios cambiaron cuando se construyó la autopista que sajaba definitivamente los dos barrios, nosotros por lo menos teníamos la Casa de Campo a la espalda, que aunque colonizada por las concesiones que el franquismo concedió a Zoo y Parque de Atracciones, era un escape. 

Había que aliviar el tráfico desde las ciudades dormitorios y para encauzarlo se construyó un muro en forma de autopista, que inundó de ruido y polvo estas zonas. 

"Casualmente" y en poco tiempo apareció el mundo de la droga, esta había que pagarla, y para hacerlo o eras de una familia de pasta o lo más normal, se robaba, ¿la forma?
Cualquiera. En las zonas más azotadas  se buscaban la vida  camelleando,  sirlando pringaos o atracando lo que fuera. estancos, farmacias,  gasolineras, tiendas...

Hasta hacia bien poco los "delincuentes" eran básicamente timadores y carteristas,  gente hábil y simpática que todos conocían incluso los maderos.
 
El domingo por la mañana decían "Maria,  me voy a currar al rastro. No me esperéis a comer, que luego hay partido en el Bernabéu, a ver si pillo a algún mirlo." Y la Maria "Ten cuidado Manolo con la pasma" 

Esa misma delincuencia zarzuelera se transformó, gracias a la heroína, en peristas que recibían lo robado a cambio de caballo. 
Loros, colorao, y cualquier cosa de valor era canjeado por jaco. 
Ellos mismos acabaron enganchados. 

Y hubo mucha sangre en los barrios sobre todo de antebrazos,  sobredosis y droga chunga, pero también de navajas y de fuscas y de muchas madres que no aguantaron aquella locura. 

Aquellas madres con poca preparación y ningún apoyo institucional vieron a sus hijos consumirse por la heroína, otras se consumían  visitando  juzgados y comisarías. 

¡Cómo habían cambiado mi barrio!

De apacible a violento,  de colorido a sucia grisalla,  de vivo a casi muerto, los sonidos desaparecieron en el rugir de la autovía, la amabilidad cambió a desconfianza, espigas y amapolas por jeringas y pirulas. 

Se perdió mucho en mi barrio.

 ¡Que te voy a decir!

Una parte de mi generación es una generación perdida en los callejones y recovecos de mi barrio.

Que menos que dedicar un recuerdo para ellxs y para las muchas madres que sufrieron aquella cruel embestida, alguna con tesón consiguió recuperar a sus vástagos,  pero muchas les vieron agonizar, e insisto con apenas apoyo psicológico o de otra índole, algunas, no se cuantas,  optaron por quitarse del medio, pero me consta.

¿Aprendimos al menos?

Nos enseñaron muchísimo...
Seguro se les debería homenajear, un monumento a aquellos ángeles caidos que nos hiciera recordar que sigue habiendo querubines ahora con más color pero con las mismas ganas de vivir y ser reconocidos.

Que quizás tenemos la obligación de humanizar los barrios y que quizás deberíamos estar más atentos de las necesidades reales de nuestros hijos y que la administración tiene la obligación,  también aquí,  de apoyar a lxs ciudadanxs. 

Las bandas no surgen del aire y si se ponen testigos en los barrios, seguro que se averigua las necesidades de esa juventud, lo que necesitan, la forma de que encaucen  sus hormonas a labores no violentas.

¿No les suena de lo escrito más arriba?

La historia se repite, entonces eran emigrantes de Castilla,  Andalucía o Extremadura con una muy diferente forma de ver la vida, rural y familiar con una ciudad muchas veces engulléndoles y que a menudo ninguneaba, ahora la emigración viene de Santo Domingo, Colombia, Perú, Marruecos, Ucrania,  Senegal o cualquier lugar del mundo, y todos con su personalidad, cada cual con su música. Y no se les puede ningunear, pues son en gran parte los que mantienen esta sociedad al igual que lo hicieron andaluces, gallegos, manchegos... hace 50 años.

Hay mucho curro, osea a arremangarse y a por ello. 

nightmare

Pesadilla 

En aquel lugar las gentes discutían como necios,  había gente buena, pero la mayoría cejaba en su disputa contra otros,  discutían por cualquier necedad, hubo intentos de golpe de estado maquillados de democracia y los medios de comunicación hacían el juego a unos y otros.

La moralidad de lxs ciudadanxs se resentía por los ejemplos que daban sus líderes, mangancia,  abusos hacia lxs débiles y pederastia,  diferencia de trato según el escalafón, todo eso y a toda hora  cansó a la ciudadanía a la que habían crispado, una crispación provocada con sucia intención. 

En la pesadilla, de pronto una densa nube gris cubrió aquella población inmersa en sus riñas. 
Y de esos nubarrones empezó a llover una corte de pequeños muñequitos negros, muchos de ellos con chistera otros con cascos, miles de monigotes oscuros tomando el Congreso,  Ayuntamientos, Hospitales,  Sedes bancarias, y cualquier centro de control. 
En cuestión de horas,  tomaron el control de aquel lugar.
Las ideas que traían esas sombras grotescas no eran muy humanas,  carentes de empatía ni atisbo de sensibilidad y a lxs ciudadanxs todo les pilló en frío,  sin fuerzas ni capacidad de reacción fueron dominadas fácilmente por la corte de hombrecillos quién decretó feroces leyes contra todo lo establecido anteriormente. 

Palabras como Libertad de prensa,  Derecho laboral,  Constitución,  derechos humanos,  igualdad dejaron de tener valor alguno.

En aquel lugar se dejó de valorar la vida humana. 

Monigotes que habían controlado las mentes de toda una ciudadanía y decidían en minutos quién tenía derecho a vivir, sin tribunales, sin posibilidad de alegación y todxs lxs ciudadanxs eran tratadxs como bultos daba lo mismo su ideario, su religión o su nivel social, para aquellos monigotes no había diferencia entre humanos, quienes habían perdido todas sus posesiones y eran usadxs, lxs que valían, para los trabajos mecánicos. 

Aquellos hombrecillos carecían de alma y despreciaban a lxs humanxs ...

De pronto di un bote , sudando me desperté, miré alrededor para ubicarme, el espejo,  la lámpara,  las cortinas.
Reconocí la pesadilla 
Tomando el primer café y viendo las noticias matutinas...

¡Coño! 
Habían entrado en razón y los servidores públicos reconocían que se debían a lxs ciudadanxs y que lo importante eran estxs, reconocieron también que no se puede jugar con la inocencia de las personas  sabiendo sus puntos débiles, y que la ciudadanía esperaba de su ejemplaridad incluso en las formas y que para ello todxs teníamos que tener el mismo trato ante la justicia y que el haber tenido un cargo público y posición de poder,  suponía un agravamiento en las penas y no una escapatoria. 

Entonces sorprendido vi que aquel lugar había recobrado el seny y todxs tiraban del carro y los nubarrones habían desaparecido.