Nacida en Algeciras en 1900, porque su padre que era carabinero, estuvo destacado a esa frontera, pero realmente era de Benavente y comarca, sus raíces,
Mis recuerdos de la abuela. Una mujeruca siempre de negro, juguetear bajo sus faldas, sus manos cuando te acariciaba olían a ajo, siempre parecía seria o triste.
Su casa en la Ronda, la cocina a la izquierda, el dormitorio al fondo y un salón donde la abuela nos daba quina Santa Catalina y donde a veces coincidimos con los primos.
La casa no llegaba a 50 metros y aún me pregunto como metería a su hermana con marido e hijos, aparte de ellas cuatro, Cecilia, Petri, la Julita y Marina.
Solidaria, compartía lo que tenía, sufridora eterna, yo no la recuerdo sonriendo.
Esa seriedad o tristeza supongo proviniera de una vida muy dura, viuda con tres pequeñajas.
¡Y qué coraje tuvo que poner!
Su marido, el abuelo Damian estuvo ingresado tiempo antes de fallecer, por algún trastorno.
Una mujer joven muy creyente, piadosa, de un pueblo zamorano, con no mucha preparación.
¿Cómo podía llevar sustento a sus crías?
¡ Sirviendo !
Incluso las hijas pronto se pusieron a trabajar.
La Juli en una peluquería, ya de niña.
(Recordaba mi mami con ilusión, como en el día de Navidad, en una casa de una familia catalana, donde su madre servía, del Caga Tió -después de golpear todos los niños con palos un tronco hueco- le salió una muñeca de trapo, que adoraba en su memoria)
Tuvieron las cuatro mujeres una vida muy dura. Precariedad en guerra, obuses, sirenas, pero lo que más aterró a Cecilia fueron las vecinas del Frente Popular que con su mono, cartucheras y pistolita (descripción de la abuela), amedentraban a una mujer, casi analfabeta, por su condición de católica. Dedicándole expresiones como "...a tí te vamos a dar el paseillo"
(Madrid era zona roja, la abuela vivía en Cuatro Caminos, cerca de Tetuan - un insulto utilizado entonces era tetuanero - donde vivian los traperos, poca cultura, muy combativos y famosos por las fotos en sus camionetas con letreros y cantando aquella canción de " …si los curas y monjas supieran la paliza que le vamos a dar, correrían gritando ¡Libertad, libertad, libertad!.
Ser católico en aquella época y lugar era peligroso.
Los que pudieron y tenían dinero desaparecieron, dejando sus mansiones a cargo de alguna mujer o familia humilde como el caso de Cecilia o de la familia de la abuela Marta - Dos perspectivas de la guerra que aún no se han veramente reconciliado, el miedo, el odio, la penuria por todos lados.
La hija pequeña Marina tuvo más suerte y Cecilia la mandó a Benavente con unos familiares. (Contaba la July que cuando vieron a su hermana pequeña llegar del pueblo, la vieron como una paletuca que hablaba de usted a todos, la Satur )
El paseillo era la recogida de "enemigos", en sus domicilios, llevarles a un descampado y ejecutarles sumarísimamente -las ejecuciones y represiones en zona roja era de personas que mantenían su fé católica o su ideario falangista hasta la muerte, más o menos como en zona azul con anarquistas, comunistas, separatistas.
Gente similar odiándose por conceptos, no parece muy inteligente, en esto no hemos variado mucho, no nos matamos pero odiamos.
El caso es que Cecilia, mi abuela, siempre estuvo marcada por el miedo sufrido en la guerra, tanto que unos años antes de morir, fue ingresada en el Hospital de la Princesa donde la dieron por desahuciada, sus hijas alrededor rezando, cuando en la entrada de su habitación, a una enfermera se le cayó una bandeja con útiles metálicos, Cecilia se incorporó gritando "...los rojos, los rojos."
¡Cuánto sufrimiento debió soportar mi abuela!
La Juli me decía "Dios nos dió con aquello unos años más para estar con ella"
Qué gran mujer Julita, difícil no ver su sonrisa.