No me encaja
del Foro por todas
Bosquejo primer acto.
Ojeo en el tiempo desde el Faro de Lontananza, como un barrio fue sajado y deshumanizado y como se obvió a los humanos y resto de seres para dar preferencia a una ruidosa caja con ruedas…
…aquella caja con ruedas que desde Detroit y a principios del XX cambió la forma de vida del Primer Mundo.
Este artefacto fue apartando a caminantes, carreteros y jamelgos de los caminos y cambió la forma de vida de la humanidad y de sus ciudades.
Una caja que servía para satisfacer los egos de millones de personas quiénes ya vivían en unas cajas, cada vez más alejadas en altura de sus raíces, ahora a los humanos se les ofrecía ampliar su reino con una nueva cajita, sería propia y permitiría exhibir la personalidad de cada uno y su éxito. Esa importante posesión que agitó la mente de sus amos haciendoles más egoístas, nerviosos y aislados. Ahora estás cajas eran sus reinos y por las que matará.
Para poderlas "adecuar" a estas nuevas cajas, se violó a las urbes haciéndolas más inhumanas, histéricas y violentas.
¡Y cómo las cambió!.
Caminos, otrora cercana, transitados por carros gitanos, de oso y cabra, siempre tirados por borriquillos, carrilando entre las ciudades pá buscarse la vida como también se la buscaban los pastores que con sus rebaños atravesaban la ciudad conviviendo con algún coche o todos los paisanos de pueblos vecinos acercando sus frutas y verduras a los mercados de la capital, algún otro paisano visitaba la casa de sus hijos en la capital a lomos de su caprichosa borrica o de algún jamelgo. También podrías ver mercheros caminando junto a carrilanos del campo, afiladores en su bici, colchoneros…0 todos en búsqueda de la vida. .
En un plisplás estos caminos se cubrieron de asfalto, de quitamiedos y de vallas, autopistas dividiendo barrios.
Esa violación cambió la melodía de las ciudades y todas sus charangas, balidos, zanfoñas, sonidos del viento encabronado, gritos al horizonte, cantares y quejios fueron ahogados por ruidos grises en todas sus escalas, agudas, chirriantes, dementes, indecentemente mecánicas que lograron desenfocar muchas juveniles miradas, perdidas hacia la nada de una autopista.
Arrabal tranquilo de emigrantes nacionales, en el que apenas se había sentido estruendos desde que callaron los obuses del Cerro Garabitas, ahora volvía a ser maltratado, como todos el resto de barrios, e hizo cambiar su personalidad y la de sus vecinos.